La muerte se puso una cara de monstruo Una cara de monstruo horrible Esperó y esperó detrás de la esquina Salió al fin de la sombra como un trozo de sombra Y el niño huyó más rápido que su propio alarido. Entonces la muerte se puso otra cara Una vieja cara de mendigo Esperó y esperó enfrente de la iglesia Extendiendo la mano y gimiendo su pena Y el niño no supo qué hacer con su piedad. Entonces la muerte se puso otra cara Una cara de mujer hermosa Esperó y esperó con los brazos abiertos Tan maternal tan fiel tan persuasiva Que el niño quedó inmóvil de susto o de ternura. Entonces la muerte sacó su última cara Una cara de juguete inocente Esperó y esperó tranquila en la bohardilla Tan quieta tan trivial tan seductora Que el niño le dio cuerda con una sola mano. Entonces la muerte se animó despacito Más traidora que nunca y le cortó las venas Y le pinchó los ojos y le quitó el aliento Y era lo único que podía esperarse Porque con la muerte no se juega. Mario Benedetti, INVENTARIO, Editorial Nueva Imagen, 1979.