Cesó de pronto un chirrido
En el silencio campero
Y acamparon dos carreros
Bajo el cielo ennegrecido.
Despues de haber desuñido
Encendieron el fogón
Y cuando ya el cimarrón
Galopeó de mano en mano
Trabaron los dos paisanos
Muy triste conversación.
Eran dos viejos curtidos
A madrugada y rigor
Gauchos como el maniador,
Como el ñandubay sufridos,
Juntos habían recorrido
La campaña despoblada
Y en fatigosas jornadas
Al cimbrar de las picanas
Jueron dos almas paisanas
Por gaucha amistad unidos.
Juntos pasaron las sierras
Guadales y sumideros,
Como yunta'e pertigueros
Atravesaron mi tierra
Y juntos en paz o en guerra
Defendieron sus razones.
Peliaron cien ocasiones
Contra los gauchos alzaos
Con los jaguares cebaos
Y los perros cimarrones.
Emprincipió el viejo Airala
Con acento lerdo y blando:
-"Justino, te vi llorando
Al enfrentar a los talas.
En las guenas y en las malas
Juiste duro y resinao...
Francamente me ha estrañao
Al verte de esa manera,
O jue que al ver la tapera
Algo malo has recordao?"
-"Vos me vas a disculpar,
-Dijo serio el otro anciano-
Pero esas cosas hermano
No te las puedo contar".
-"Algo querés ocultar,
-Insistió Airala temblando-
He venido desconfiando
Y bien me podías decir,
No quisiste desuñir
Y te vide lagrimiando".
-"Gueno, te voy a decir
Ya que tanto has cargociao
Pero por lo mas sagrao
No vayas a descubrir.
Por las gueyas del sufrir
Voy marchando hasta la muerte
Afirmao a cuarta juerte
Con dolor o con congoja
Soy guey cansao que no afloja
Al carretón de la suerte.
Como con indiferencia
Continuó muy despacito:
-"Hay un rencor y un delito
Picaniando mi conciencia
Resinao y con paciencia
Lucho con la suerte mía
Y en ostinada porfia
La desgracia no me deja.
Tengo una herida muy vieja
Que me sangra todavia."
-"Yo viví en esa tapera
Que'en la altura se divisa
Y me quedó una gurisa
Al perder mi compañera...
Era flor de primavera
En aquel rancho nacida,
Estrella al suelo caida,
Torcaz que el sueño arrullaba,
Candilcito que alumbraba
El camino de mi vida."
-"Pero un día, un tordo vago,
Que jamás penso anidarse,
Bebió almibar a llenarse
En aquella flor de pago.
Después no tuvo un halago
Ni pisca de condolencia,
Y ella ante su indiferencia
Y la ingratitu del mundo,
Se tiró a un pozo profundo
Y acabó con su existencia".
"Yo herido en el corazón
Busqué al cobarde asesino
Y en la cruz de los caminos,
Lo crucifiqué a facón;
Pero el padre con razón
Se juramentó vengarlo,
Y dispues, por no peliarlo
Viendo el gran dolor del hombre
Me marché, me cambié el nombre
Y jamás volví a toparlo".
-"Y si lo hallaras un día
Por capricho del destino,
Le dijo Airala a Justino,
Decí la verda: ¿qué harías?
-"Asigun, lo peliaría
Si es que reclama al finao!
Y el viejo Airala, enojao,
Como un tigre de ligero
Desenvainó un caronero
Que tenía en el recao.
Y le grita ferozmente:
-"Sin querer te has descubierto!
Yo soy el padre del muerto
Y esa cuenta está pendiente.
Él ve el encono patente
A sus ojos asomarse,
Y Justino, al prepararse
Ante tan brusca impresión
Siente lerdo el corazón
Como queriendo pararse.
No hubo mas conversación,
Relampaguiaron miradas
Y aquella cuenta guardada
Se desentumió a facón.
Se cortan de refilón
En forma recia y ligera,
Y en las frentes altaneras
Los largos tajos sangrando
Son como vinchas ligando
Las platiadas cabelleras.
En hachazos y en reveses
La muerte zumbando cruza
Y les chistó una lechuza
Como cuatro o cinco veces.
Son las picanas dos jueces
Testimonio de aquél duelo
Y bajo el nocturno velo
Con las estrellas por luces
Son los pértigos dos cruces
Acostadas en el suelo.
Va quedando el trilladero
En los cardos y en las matas.
Y la ollita de tres patas
Se volcó con el puchero.
Termina el duelo campero
Como por mandao de Dios,
En un atropello atroz
Se abalanzan como leones
Y se hallan los corazones
A un mismo tiempo los dos.
Tras un nubarrón perdido
Se asoma como un "decoro"
Una media luna de oro
De algún caudillo vencido.
De la lechuza el chistido
Se apagó en la lejanía...
Muy a gatitas se oía
-En la cacunda del cerro-
Los latidos del cencerro
Que el guey "carpeta" tenía...
Bajo la luna platiada
Parecia estrella el fogón,
Y cencerro el corazón
De la inmensida callada.
La senda, cinta ligada
A la tierra cimarrona,
Y las carretas chillonas,
Empinadas pa'delante
Dos caracoles gigantes
Sobre el testuz de una loma.
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