Para que bebamos, la rubia cerveza del pescador Schiltigheim
Para que amemos, carcassonne y Chartres, Chicago y Québec, Torres y puertos
Los blancos molinos harineros
Y la luz de las altas ventanas de la noche
Encendidas para los hombres de frac y para los ladrones
Y las islas en donde los Kanakas comen plátanos fritos
Y bajo el sol, y bajo las palmeras, entre ágiles mulatas suenan los ukeleles
Islas, dije, las islas, soles rojos, platillos para Darius Milhaud
Y tener un corazón ligero, vale decir, amar a todas las mujeres bellas
Y una moral ligera, vale decir, andar con gitanos alegres
Y dormir en un puerto, un ocaso cualquiera y en otro puerto y otro
Y andar con suavidad y con desenvoltura de fumador de opio
Para que a cada paso, una mañana y una emoción o una contrariedad
Nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña
Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos
Decir "estuve, estuve en tal pasión, en tal recodo, estuve"
Por ejemplo, en la feria de Aubervilliers una mañana, con un trozo de asado
Una amistad tranquila, la mesa clara, el perro, el buen hablar
Y afuera, las verduleras de París chapoteando con los zuecos en la nieve
Para que bebamos la rubia cerveza del pescador de Schiltigheim
Es necesario no asustarse de partir y volver, compañeros
Estamos en una encrucijada de caminos que parten
Y caminos que vuelven
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