Cuántas veces he querido poner fin a mi tragedia Cuántas veces he sentido tentaciones de matar O de apartarme de esta vida, que es tan solo una comedia Donde soy un personaje destinado a fracasar Muchas veces, afiebrado, en mis horas de amarguras Tanteé el alma, busqué el pecho, pa curarme de una vez Pero el roce de una mano, cariñosa y bienhechora Vino a detener mi brazo y acariciarme después Que nunca me falten sus tiernas caricias Con mi vida precisa sentir su calor Que nunca me falte la luz de esos ojos Que alumbran mi vida de cruento dolor Que nunca me falte tu voz de consuelo ¡Oh, madre querida!, tú alivias mi mal Porque te lo juro, si llega ese día No habrá quien detenga mi fiero puñal Noble cabecita blanca como pedazo de luna Que ilumina mis tinieblas y apaciguas mi rencor ¡No sabés cuánto te quiero!, vos sos toda mi fortuna Y mis horas son felices bajo el manto de tu amor De tu vida, madre mía, otras dos están pendientes Porque el día que te pierda a esa ingrata buscaré Y el dolor que te ha causado, tantas lágrimas hirientes En la cuenta de su infamia sin piedad me cobraré Que nunca me falten sus tiernas caricias Mi vida precisa sentir su calor Que nunca me falte la luz de sus ojos Que alumbran mi vida de cruento dolor Que nunca me falte tu voz de consuelo ¡Oh, madre querida!, tú alivias mi mal Porque te lo juro, si llega ese día ¡No habrá quien detenga mi fiero puñal!