Entre los buses, sobres los techos Comiéndome el calor hediondo de la ciudad Me acostumbré al letargo eterno De la gente que vive sin pensar. No diré palabras sabias ante expectantes sedientos de ley Ni daré la extremaunción de los pecados más enfermos De esta humanidad errante No seré la voz del pueblo que clama en el desierto Ni el avatar crucificado en un madero de dolor. No me convertiré en el suelo que explota el obrero Ni en sus llagas de sol Respira y cuenta hasta 10 Entre tu pecho, sobre mi almohada Se ciernen todas las frustraciones De las malditas generaciones por venir Acostumbrarse al exceso para variar Todos hablan un mismo idioma Y orillan carcajadas cuando se refieren a dios Todos fuera del edén se han cosido la misma lengua: La del verso mortuorio y maldito con sabor de azufre y miel Sonrío de vez en cuando y me alcanzan la copa Mas cierro los puños, me rasgo la frente, les doy las gracias La dejo pasar.