Padre nuestro que estás en los cielos Con las golondrinas y los misiles Quiero que vuelvas antes de que olvides Cómo se llega al sur de Río Grande Padre nuestro que estás en el exilio Casi nunca te acuerdas de los míos De todos modos dondequiera que estés Santificado sea tu nombre No quienes santifican en tu nombre Cerrando un ojo para no ver las uñas Sucias de la miseria... Hoy, en estos tiempos, ya no sirve pedirte Venga a nos el tu reino Porque tu reino también está aquí abajo Entre las vacilaciones y la duda Entre la modorra y la mugre Entre los rencores y el miedo Entre estas ansias de verte pese a todo Cuando hablaste de la aguja, el rico y el camello Y te votamos todos por unanimidad para la Gloria También alzó su mano el indio silencioso Que te respetaba pero se resistía a pensar hágase tu voluntad Sin embargo una vez cada tanto Tu voluntad se mezcla con la mía La domina, la enciende, la duplica Más arduo es saber cuál es mi voluntad Cuándo de veras creo lo que digo creer Así en tu omniprescencia como en mi soledad Así en la tierra como en el cielo Siempre estaré más seguro de la tierra que piso Que del cielo intratable que me ignora Pero claro, no voy a decidir que tu poder se haga o se deshaga Tu voluntad igual se está haciendo en el viento En el Ande de nieve en el pájaro que fecunda a la pájara En los cancilleres que murmullan yes sir En cada mano que se convierte en puño Claro no estoy seguro si me gusta el estilo Que tu voluntad elige para hacerse Lo digo con irreverencia y gratitud Dos emblemas que pronto serán la misma cosa Lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro De cada día y de cada pedacito de día Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy O al menos danos el derecho de darnos nuestro pan No sólo el que era símbolo de algo Sino el de miga y cáscara, el pan nuestro Y ya que nos queda pocas esperanzas y deudas Perdona si puedes nuestras deudas Pero no nos perdones la esperanza No nos perdones nunca nuestros créditos A más tardar mañana, saldremos a cobrar a los fallutos Tangibles y sonrientes forajidos A los que tienen garras para el arpa Y un panamericano temblor con que se enjugan La última escupida que cuelga de su rostro Poco importa que nuestros acreedores perdonen Así como nosotros, una vez por error Perdonamos a nuestros deudores Todavía nos deben como un siglo De insomnios y garrote Como tres mil kilómetros de injurias Como veinte guiños entre Fujimori y Montesinos Como un solo universitario muerto en la cantuta No nos dejes caer en la tentación De olvidar o vender este pasado O arrendar una sola hectárea de su olvido Ahora que es la hora de saber quiénes somos Y han de cruzar el río el dólar y su amor contrarrembolso Arráncanos del alma el último mendigo Y líbranos de todo mal de conciencia Amén.