La Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina, El bajo de Belgrano y en el mismo arrabal Fue siempre respetado el zurdo Cruz Medina, Por ser un buen amigo, muy noble y servicial. Fue hombre entre los hombres, fue taita entre matones, Pasó su vida breve allá en el arrabal Donde se oyó de noche la ronda de botones Y en un café del barrio solloza un bandoneón. Era un malevo sin trampas, sin padrinos ni agachada; Nada de compadrada, pero de temple y acción Caseros lo vio jugarse sin achicar la parada, Y en el hampa está sentada su fama de gran varón. Pero una noche de esas allá en Avellaneda, Guapiándole a la yuta por dentro el arrabal Sonaron cuatro tiros y sobre la vereda Caía Cruz Medina blandiendo su puñal. Pronto saltó la bronca, cayó la policía, Y en un charco de sangre al malevo encontró, Herido mortalmente, rebelde en su agonía, Pero con voz de macho de esta manera habló: "No me pregunten agentes, quien fue el hombre que me ha herido, Será tiempo perdido, porque no soy delator. Déjenme, no más, que muera, y de esto nadie se asombre, Que el hombre para ser hombre, no debe ser batidor