Cuando Carlos sonreía mirando su diploma se ufanaba: "No me van a corromper" Pero pronto comprendió que tendría que adaptarse a las costumbres De la Fuerza. Aprendió a soportar el asco que le daba que le partan la cabeza A algún guachín o dos por día y hacer De tripas pelotón con lo que el resto le decía: "Nunca olvides quiénes somos buena gente". ♪ Con los años se adaptó, siguiendo un buen consejo: "Si estás entre lobos, mejor aullar", Destacó notablemente en las tareas represivas Y la culpa fue escondiéndose en su orgullo. Pero todo era confuso sin calzar el uniforme y al cerrar los ojos La noche se llenaba de fantasmas Que reían y acosaban a un pichón que suplicaba: "¡no se engañen, sigo siendo buena gente!". ¿Habrán sido, entonces, las ánimas de Lucianos y Facundos Las que, una noche, desparramaran la conciencia De nuestro querido guardián de la ley por las paredes de su cuarto? Pero... ¿¡por qué!? ¿¡por qué!? ¡si él había sido siempre un buen agente!