Una canción para nuestro último prócer viviente. Llegué, viví la vida tan apagada Entre las sombras como escondida o abandonada No tenía un lugar no tenía un abrigo Busqué el refugio, busqué el calor de algún amigo Y en un rincón estaban fumando un poco Faltaba el aire, flotaban todos Mientras los mercaderes llenan sus arcas Con las penas de los pobres de esta ciudad Estaba todo tan diferente El día gris, el cielo gris, muda la gente Quise saber qué es lo que estaba pasando Y era un hombre tan solo un hombre crucificado Y la pista se abre y todos bailan La danza de la, de la desgracia Se mueven nerviosas oscuras almas Regando hipocresía y mediocridad Rugidos de leones que me ensordecen Me desconciertan porque me aclaman no sé qué quieren Oigo el llanto de un dios que me está llamando Sigo pensando en dejar de vivir Y es que hoy, ayer, mañana y siempre Sigo el horizonte desesperando Sé allá estará la respuesta Hallaré la puerta abierta de algún lugar Ay ay! hoy, ayer, mañana y siempre Sigo el horizonte desesperando Sé allá estará la respuesta Hallaré la puerta abierta de algún lugar.