Como quien no quiere la cosa, Patea la piedrita de coté con el empeine Y la siente cuesta abajo, y la espía de reojo. Como quien relojea impasible El tiempo de una rodada Y saborea con vértigo ese destino de abismo. Despertó y tomó la calle en un acto de ansiedad, Aun estaba dormido. Se decía que andar traería el sentir. No hay dolor sin consuelo. Se acercó al puesto de flores y el aroma del jazmín Lo atravesó como a un fantasma. La florista ni lo vio, ni le habló. Pero igual se sintió vivo al pensar, Al pensar que las flores sólo son para los muertos. ¿O será que es un fantasma inadecuado? Y encaró la avenida en total libertad. Y cerrando los ojos hizo un salto mortal. Y en un instante vio proyectada su vida En principio y final. Remontó un vuelo incierto y al fin se estrelló Contra la realidad. Despertó y tomó la calle como una necesidad, Aun estaba mareado. Manotazo de ahogado, domingo irreal. No hay dolor sin sosiego. Y encaró la avenida en total libertad. Y cerrando los ojos hizo un salto mortal. Y en un instante vio proyectada su vida En principio y final. Remontó un vuelo incierto y al fin se estrelló Contra la realidad. Los fantasmas no sangran, sangran los inadecuados. Los de la muerte romántica, poética, ególatra Los que ruedan cuesta abajo en lugar de avanzar. Los que ven al abismo como quien mira el mar y comentan: Qué lindo che... Parece una postal.