María Eugenia pensó Que un clavo saca otro clavo Hasta que decidió Poner su espejo en otro lado Pero no es culpa del árbol Que el olmo no de la pera Son estos ojitos negros Que por amor desesperan Celebrar ¡hay que celebrar! Parece que amanece Después de tanto andar Llegando la madrugada No queda nadie dormido Y el sol de cada mañana Descubre a los escondidos.