De pronto un cable se le cruzó Ante aquel vértigo repentino, Cerró la puerta del camerino, Tiró la llave y desapareció. Ya no tenía nada que contar Y le asustaba el peso del vacío, O su propuesta era un desvarío Y no encontró nunca su lugar. Y se bajó del tren, y hacía frío. Por quince años pudo esconder Sus sentimientos a cal y canto, Sin compromisos ni desencantos Que le prendieran con alfiler. A ras de suelo se reconcilió Con la frescura del desconocido, Haciendo suyos los contenidos De las canciones que defendió. Y se dejó llevar por el olvido. Ay, señor compositor Y desaparecido, ¡qué puede haber En los motivos de un desertor! A saber si fue el placer De nuevas utopías, O fue su propia cobardía, Que le hizo ceder. Un día vino a reconsiderar Si algunos cambios no estarán prohibidos, Si uno no es más que lo que siempre ha sido Y ya no hay forma humana de escapar. Y se aburría tanto en su mudez Y le dolía tanto la cordura, Que decidió lanzarse a la aventura Y airear de nuevo su desnudez. Y vio pasar un tren, y hacía frío. Ay, señor compositor Que ha vuelto del olvido, Qué puede haberle Convencido si no es amor. A saber si fue a creer Que desaparecía, Y halló aquel último tranvía Para volver. Para volver. . .