Cuando a la vida dedique palabras de odio desgarrador Coronad por igual con espinos mi frente y mi mal humor, Subidme a una cruz hasta que me haya arrepentido de mi error; Mi sangre no brotará de una herida sino de un resplandor. No soy cristo, no soy mártir, no tengo ni nombre ni color; Sí soy perro y de mi raza no hay ninguno que sea ladrador; Mueren cada día mis dioses, ya no quiero ser predicador; Crecen sanos mis demonios, su ruido se hace ensordecedor. Sólo al volverme polvo creo que me consagro, Mi existencia es un eslabón en un milagro. Nunca miro al cielo y en la tierra sólo clavo las rodillas Cuando he de llorar A mis mayores, ahora sin latido bajo sus costillas, Ya se secó el mar Que les mecía cuando aún había color en sus mejillas Y algo que contar, Aunque no morirán mientras en mi reloj las manecillas Puedan avanzar. Con mi cuerpo haréis lumbre pues no soy pan, soy leña y calor; Perdurará en vuestro oído mi último "ay, ay", estremecedor; Mi mejor traje, manchado, dejaré de único confesor; Mi calzado usadlo porque de más camino será deudor. Y al pasar todo no busquéis en las estrellas Porque de mí no vais a encontrar nada en ellas. Nunca miro al cielo y en la tierra sólo clavo las rodillas Cuando he de llorar A mis mayores, ahora sin latido bajo sus costillas, Ya se secó el mar Que les mecía cuando aún había color en sus mejillas Y algo que contar, aunque no morirán Mientras en mi reloj, las manecillas, Puedan avanzar. Sólo al volverme polvo creo que me consagro, Mi existencia es un eslabón en un milagro. Nunca miro al cielo y en la tierra sólo clavo las rodillas Cuando he de llorar A mis mayores, ahora sin latido bajo sus costillas, Ya se secó el mar Que les mecía cuando aún había color en sus mejillas Y algo que contar, Aunque no morirán mientras yo que solo soy sus semillas Pueda recordar.