En lo que puede de un minuto un segundo sujetar Ante mí vino a posarse la antagonista de lo oscuro, Emblema de los ángeles que no se dejan despeinar, Sonrió y pude ver que era el fruto de un perfecto conjuro. Al alba, sin saber cómo, en un instante me hizo llegar Y los manantiales de mi alborozo inundó de futuro Proporcionando a mis versos oídos donde aterrizar, Demostrando así que no iba a dudar de si cruzar mi muro. Que ya no debería al edredón el calor suplicar, Me dijo, y también que me arrancara ese cascarón tan duro, Que el aire que a mi alrededor desde entonces iba a soplar Empezaría, de entre todos, a volverse el más puro. Que, a partir de ahora, vuelva a ser translúcido tu cristal De mieles en ciernes que pierdes si traes las sienes rojas Del ruido de una triste cábala y su séquito fatal Sufrir, cargándote por dentro con innumerables congojas. Viviré, pues, al abrigo de una ilusión que ahora es real Y recompone cada una de mis certidumbres cojas. Así, borrando de mis miedos hasta el último retal, Me repite el mundo sabe mejor si de ellos te despojas.