Estoy aquí, deambulando sin parar En la elipse más terrible del desierto Travesía que se lleva en agonía Donde el crimen es el pan de cada día. El horror está al sur de la meseta Ya caídas las estrellas por la culpa de los robos, Por la envidia y la ambición. Y esos locos que dormitan en las cuevas Son criaturas hechizadas por los magos. Les robaron su energía, magos negros del dolor. Como bestias indolentes masacraron sus ejércitos, Hijos de la sierpe roja Que se arrastra circular por los pasillos De los pueblos calcinados. Su baba quema, su aliento altera los sentidos Su cola devasta como un ciclón todo a su paso Insoportable escuchar tanto gemido De indefensos triturados sin piedad. La muerte pisa tierra extraña Vieja llaga, siembra amarga, es mi planeta. Entretejidas cabelleras rojas a la espalda Espadas de ornis y corazas de marfil, Jinetes montados en equidurnios corceles Hombre de armadura negra, Lentamente cruzan la llanura gris, Entre lodo, sobre cadáveres avanzan. Cruz gamada, mil emblemas, mil banderas, Mil estrellas, mil colores, mil discursos, Mil corderos, presa de los carniceros; Cuerpos blandos de mujeres, Niños pálidos en desbandada, mil mentiras. Estoy aquí, deambulando sin parar, En la elipse más terrible del desierto Travesía que se lleva en agonía Donde el crimen es le pan de cada día. Alguien me acecha, no podré cruzar los valles Sin el agua me marchitaré.