Él se enamoró de la luna y la luna de él se enamoró.
Él le suplicó su belleza, y su belleza le otorgó.
Un día él le exigió ser el dueño de los cielos, y ella dijo:
"No te doy los cielos, mas serás dueño del mundo"
"Luna amada, eso es nada. Dame el ser... Dios"
"A ti yo te maldigo", tronó la luna y él cayó en la oscuridad
No hallarás la luz en los dioses, ni en los hombres la piedad.
Jamás descansarás ya que nunca en tu camino encontrarás la paz,
Si ser dueño del mundo consideras, es tener nada.
Estate presto, escucha atento, que esto tú tendrás:
El temor a la traición,
Con el fuego una obsesión,
Esa luz que nunca llega.
Una luna que no está,
Un caballo que vendrá en tu busca.
Una muerte que no es la tuya,
Una hermana que te da la suya.
Esto es por querer tener más.
Un día, un oráculo profetizó que él sería quien diera a
Roma blasfemias, horror, terror y agonía.
Y también profetizó que a este hombre mataría un caballo,
De una coz, y que recién allí, entonces, sería el mundo feliz,
Y con su muerte a éste daría la alegría.
Lo digo yo, que hasta hoy a Roma aún sobrevivo.
Lo digo yo, siendo tío de quien es mi emperador y sobre quien profetizo.
Lo digo yo... Pues le amo con esta forma mía de amar,
Ya que al mismo tiempo suplico a los dioses, por piedad,
Que se confirme el oráculo, y se haga de la coz, cuchillo.
Lo digo yo, Claudio, quien se aterroriza
Cada vez que su voz me identifica, y se convierte en suplicio.
Su nombre es Cayo. Y como mi hermano: germánico.
Y por ser de los ejércitos amado cuando era niño
Y de pequeñas botas ser dueño, le pusieron de sobrenombre...
"Calígula".
Esta es su historia... Y este es su sueño.
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