Rolando...
MJ: Le advertí, le advertí que no fuera a ese lugar. Al inglés y a Rolando, le advertí una cosa igual.
¿Cómo ir? ¿Por qué ir? ¿Por qué no quedarse aquí?
P: Nada le ha de ocurrir, y Rolando bien conoce los caminos por aquí.
MJ: ¡Son hombres lobos los que viven por allí!
P: Son hombres igual que ustedes.
TODOS: ¡No!
P: Un poco raros, eso sí.
MJ: A Rolando le ordené, que su vuelta fuera rauda.
Sin embargo noche es, y no ha vuelto a la posada.
(...)
TODOS: ¿Qué pasó?
P: ¿Qué pasó, Rolando? ¡Habla!
R: Antes que dieran las seis, hasta el paso al viajero inglés llevé. Y allí estaba, como un lobo, esperándolo.
TODOS: ¿Quién?
R: ¿Quién va a ser?
TODOS: ¡No lo nombres!
R: El Conde Drácula.
No lo sé, era un cochero un tanto extraño.
Parecido, más tal vez, a lo mejor, me pareció, pensé, puede ser...
TODOS: ¿Qué?
R: Que el cochero fuese él.
Raudamente y sin esfuerzo, al carruaje su equipaje él subió.
Con un gesto, el señor Harker gentilmente dijo adiós.
Y como si fuera un rayo, el carruaje allí partió al castillo maldito...
¡Pero cielos, más por Dios, el carruaje iba volando, sin caballos lo vi yo!
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