Los gallos gritan como puertas que se abren Empujados por la luz impaciente Y los zarcillos lúcidos extremando su tacto Crecen agudamente sobre un silencio de hojas Veo temblar por dentro a los capullos Que el aire tierno apenas mueve Los pájaros vuelven al cielo, al árbol más vivo Una nube morada los torna prudentes De nada le valió a la noche Parecer interminable