Domingo 32 de otoño La niebla La niebla lo invade todo Este cuarto que no eligió Este mundo que no es el suyo Y estos ojos desconocidos que la miran, que la buscan Y que aseguran conocerla Acá la niebla Más allá también la niebla Sobre sus manos viejas, como de piel de papel Sobre los huesos de antiguo barro valiente, todavía caminante Y en el medio de toda esa niebla, ella Ella de espalda a las ventanas herrumbradas de su presente baldío De frente al abismo de su pasado Al velatorio continuo de sus memorias desvencijadas Famélicas, suicidas A veces un sorbo de sol tibio la separa de la niebla Y una lucidez con vida de mariposa de dos segundos Desesperada y heroica Consigue traer a sus padres Juntar nombres con rostros Y revivir un domingo hecho del tiempo en el que su amor está siempre vivo En donde siempre hay risa En donde siempre hay baile Y en donde siempre es feliz como era Un instante más y la mariposa caerá aplastada Bajo el plomo implacable de una niebla invencible Beso su mejilla, ahora incalculablemente distante Ella pregunta quién soy La niebla, otra vez, lo invade todo