Córdoba es un laberinto,
Para los ojos de un pintor.
Todo es igual, y todo es distinto,
El dibujo y el color.
No se si está en la tierra,
Que sueña y canta,
O entre la losa blanca,
Del marmol frío.
O quizás en el Arcangel,
Que se levanta,
Como un nardo torero,
Sobre su río.
Solo lo ha sabido,
Quien le dió su amor,
El que en su apellido,
Llevaba una torre,
Y fue su pintor.
Ay, Córdoba de mis venas,
Y tambien de mi alegría,
Por la noche nazarena,
Y sultana por el día.
Si cristiana te venero,
Y te adoro reina mora,
Esta brillando un lucero,
Entre la noche y la aurora.
Ay, Córdoba de mis pasiones,
En la, en la cruz de tus amores.
Mira, mira, mirame,
¡Sin salvación!
Hay en la Plaza del Potro,
Un antiguo caserón,
Donde un día tras el otro,
Va latiendo un corazón.
Allí hubo cien mujeres de nardo y pena,
Bajo negras mantillas, como doseles,
Y allí se fue muriendo Carmen Casena,
Al despedirse Julio, de sus pinceles.
Córdoba palpita,
De tanto querer
Y hasta la Mezquita,
Suspira de noche,
Como una mujer.
Ay, Córdoba de mi suerte,
En azar se hace adivina,
Con la vida y con la muerte,
Juegas a las cuatro esquinas.
Cuando Julio se pasea,
Con su capa y su sombrero,
Crece el río en sus mareas,
Y huele el aire a romero.
Ay, Córdoba de mis pasiones,
En la, en la cruz de tus amores.
Mira, mira, mirame,
¡Sin salvación!
Cuando Julio se pasea,
Con su capa y su sombrero,
Crece el río en sus mareas,
Y huele el aire a romero.
Ay, Córdoba de mis pasiones,
En la, en la cruz de tus amores.
Mira, mira, mirame,
¡Sin salvación!
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