Mi corazón está gimiendo apenas, Quiere salir volando de su cuenca, Con los ojos abiertos como puertas Miro hacia ti, corriente de mis venas. Hoy se cumplen tres meses y no hay vuelta Y no habrá en mucho tiempo aunque se pueda, Porque no sé dónde el camino empieza Ni adónde me conducen las veredas. Me beberé tus lágrimas secretas, Arrancadas de tu alma callejera, Las juntaré en un cántaro que hiciera Con los nueve deditos que me quedan, Cantores y escribanos de las décimas Del canto a lo divino y a lo poeta Nueve dedos que rigen la simpleza Que ha de tener mi próxima arpillera, Nueve dedos pintores, nueve yemas, Nueve soldados rasos en las cuerdas De una guitarra bruja de anticuecas O de un lienzo estirado en la madera De una cosa que sale y que revienta Y que me pone el pecho como greda. No me digas que no hay una escalera Para subir al borde te tu pena, No me digas tampoco que no hay leña Para abrigar el cuerpo de la enferma Que muy lejos de ti llora y se queja Porque no sabe qué hacer la tonta lesa. Con tanto revoltijo en la cabeza, Con tanta pericona y tanta cueca, No digas que te vienes si te quedas Más allá de la luz y de las piedras, Más allá de la augusta cordillera Que a nuestro amor le aplica las fronteras. ¿Te imaginas el día que te vea? Van a brillar mejor las ampolletas Y en la profundidad de los silencios Vamos a sepultar toda conversa. Me duele el frío de la patria entera Y el solazo del norte me destiempla, Por eso quiero enredarme en la madeja, Con la esperanza de encontrar la hebra; Yo me inclino sumisa en tu tibieza Porque te he sumegido en una ausencia Más agria que la leche descompuesta, Más honda que una noche sin estrellas.