Todos los días lo encontraba En el mismo autobús, el mismo viaje. Le oía platicar y nos hablaba De las calles de Boedo en Buenos Aires. Tardes de truco y los amigos, Los pibes, la vieja y esas noches De diciembre en el portal de cada casa. Y era todo tan suave como un roce. Su soliloquio oíamos, entre paradas, Y Argentina, despacito, se colaba En la mañana fría y los viajeros Sonreían escuchando sus palabras. Nos hablaba del temor y la miseria, De la crisis que ennegrece estos días Y recordaba antes de que todo estallara: él tuvo planes, futuro, toda una vida. Y el autobús callaba y de repente Habitábamos todos un colectivo Recorriendo, cansado, Buenos Aires, Por las calles de un Madrid lleno de frío. Ahora, decía, estaba bárbaro: Tenía un buen laburo y ya su jefe Le había prometido que muy pronto Le arreglaría todos los papeles. Y muy pronto los pibes y la vieja Se vendrían acá. Todo se arregla. "Cuestión de confianza", nos decía. El futuro ha de venir en primavera. Y me parece oír un dulce tango, Y no sé si eres vos o si sos tú, Entre el yira o tal vez la última curda, Tenés el corazón mirando al sur. Cada mañana nos toca leer Nuevas leyes contra el viajero que llega. Entonces pienso en él. Ruego a los dioses Que guarden su camino y lo protejan. No lo hemos vuelto a ver. Hará Tres meses desde el tiempo en que decía Que se sentía tan bien acá en España... Igual que si estuviera en su Argentina.