Padre, puedo recordar las ringleras de cuerpos Suplicando a sus adentros una muerte sin dolor Mi joven sangre licuada en el veneno De tu guerra y tus palabras Cargo con el peso amargo de tu nombre que es tabú Vivo preso de la infamia que me preda sin ofrecer ninguna tregua Repeti tus mentiras Y juré sin detenerme a dudar Ignorante escudero De lo que arde recordar Brindé fuego a lo que no debía ser leído Por los ojos de los justos La noche regresa cargada de recuerdos Y asesina a sangre fría al sueño al que sueño abrazar Y en mi memoria ellos cabalgan el horror Más allá de su cordura y tu piedad Quisiera haber heredado tu pericia en la crueldad Que mis manos fueran hechas para la venganza Pero tan solo puede hacer Las veces del testigo del hedor en tus entrañas La mancha que jamás podrán borrar Y doy la espalda a tu espectro, Decrépito endriago, tan afortunado Tu condena no es más que una muerte Tardía en encierro y total soledad