Las voces de las musas clandestinas Sobrevolando el sueño más profundo, Sublevan al poeta en cada esquina Donde se conformaba con el mundo... Le arrancan los botones casi grises De su camisa exhausta de ser blanca. Le planchan las antiguas cicatrices, De esas horas marchitas que le arrancan. Le parten el bastón y la botella Para que se enfurezca y se enderece! Chamullan en lunfardo, a las estrellas Y un aire de jazmín rejuvenece... Se trepa al camión, A perseguir las lágrimas lloradas, Con el corazón A punto de estallar en carcajadas. A pintarse la cara con las flores! Robadas del jardín de la memoria... A iluminarse el alma de colores! Con los vestidos de todas sus novias... Y presa del hechizo de una murga, Bajo el embrujo de la madrugada Igual que en la conversa de los curdas Mezclar con alegría la nostalgia. Llorando en el rugido inexplicable De un coro de pintados ciudadanos. Melancolía de los arrabales; Poesía irreverente del tablado Se deja fascinar por la belleza Del rústico y grotesco contracanto Y empieza a enriquecerlo la pobreza Del canto padre de su propio canto. Para gritar en medio del bramido De la filosofía callejera, Que despertó su amor adormecido, La voz de la poética murguera.