Que Dios me libre de la mueca y la careta De la película, del verso y del chamuyo Del personaje que se come a la persona De las gigantes marquesinas del orgullo Que Dios me libre del glamour y la gilada De los amigos del campeón y el falso brillo Que Dios me libre de olvidar de dónde vengo Y a dónde iba con la justa en el bolsillo Que Dios me libre de la miel de los halagos Que engolosina los oídos vanidosos Y de creer que toda crítica es envidia Cuando te ponen un espejo ante los ojos Que Dios me libre del barullo en las antenas De los locuaces que te bajan el martillo Esos que nunca construyeron en la arena Y dictan cátedra de pisotear castillos Que Dios me libre de volverme terco y necio Y disfrazar mi terquedad de coherencia Que Dios me libre de ponerle a mi alma un precio Porque ese precio tiene un cargo de conciencia Que Dios me libre de ser como los mediocres Que, desplumados, matan a quien tiene alas O los ortibas que señalan a la gente Y son peores que la gente que señalan Que Dios me libre de subirme a un escenario En un mitín que ponga hermanos contra hermanos De usar palabras que abran fuego en la pradera Como quien tira bombas desde un aeroplano Que Dios me libre de empuñar mi puño y letra Como si fuera un arma en vez de una herramienta Que Dios me libre de esperar que Dios me libre Porque prefiero liberarme por mi cuenta