El hierro, amigo Ese sabor no puedes imaginarlo Está aquí, es real y es tuyo Y qué importa, hace mucho eres un cadáver Una carne que anda sin alma Una especie de muerto viviente Que cubre con perfume barato su propia descomposición Sí, ya nos conocemos En la mirada triunfante del vagabundo Que recorre el mundo sin agenda, sin mapa En la silueta desdibujada en la noche del perro sin amo Invitándote a sentirte dueño del mundo Sin poseer nada más de lo que posees ahora en tu último respiro Invitándote a perseguir aromas todo el día Ese era yo, y cuando sentiste envidia Al saber que no tendría que ver un jefe asfixiante Ni rendirle cuentas a nadie Ni correr con los demás muertos vivientes en la mañana Esos éramos tú y yo, nosotros, juntos Llamaré a nuestros guerreros Para que vengan de todas partes del universo Y se reúnan con nosotros en la Montaña Serpiente